1.2.13

Ella le creyó, y ¿Cómo no hacerlo? Él era el tipo de chico que cualquiera quisiera tener, la escuchaba y aconsejaba en los peores momentos, con tan sólo mirarlo a los ojos le hacía sentir mil cosas a la vez, le sacaba esas sonrisas que dicen ‘todo va a estar bien’, veía un mundo mejor con tan solo una mirada suya. Ella pensó que al fin había encontrado a su príncipe, pensó que su sueño, su gran sueño, se había convertido en realidad. Cuando ella se lo confesó, él solo sonrío y le dijo “Eres una chica muy soñadora”. Ella más que nadie lo sabia y más que una virtud pensaba que era un defecto, porque sabía que al despertar.. al caer en la realidad sus sueños se destrozarían. Inventaba fantasías para escapar de la realidad. Pero lo que ella no advirtió fue que hasta los sueños que se hacen realidad te pueden destrozar en cualquier segundo. Cuando ella lo vio besando a unos labios que no eran los suyos no sintió sus lagrimas caer ni mezclarse con la lluvia, no sintió su respiración ni latir su corazón, solo sintió traición, sintió el dolor correr por todo su cuerpo. En ese instante se le vino a la cabeza todos los recuerdos, todos las cartas que había hecho para él, todas las promesas y planes que tenían para el futuro, todos los regalos y todos los besos que se habían dado, las largas noches que se habían quedado hablando sobre la vida.. pero el recuerdo que más la golpeo fue el día que él dijo “Jamas te lastimaría”. Sonrió amargamente y saco su teléfono celular del bolsillo con manos temblorosas. Marcó su número y espero a que él contestara. Cuando lo hizo le dijo sin más “No me duele que me hayas engañado, ni siquiera que me hayas mentido y traicionado, no me duele que haya desperdiciado tiempo contigo, lo único que me duele es haber pensado que uno de mis sueños se había convertido en realidad”.

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Alzo la vista, temblando, y empezo a percibir como la obscuridad decendia. Aprovecho la última oportunidad para abrazarla, para estrecharla entre sus brazos con fuerza, como había deseado hacer hace semanas.
En el instante en que sus labios se fundieron, ya no hubo nada que hacer; ya no podían resistirse. El sabor a madreselva de su boca provoco en el una sencacion de mareo. Cuanto mas la estrechaba contra si, mas se le revolvía el estomago por la emoción y la agonía del momento. Sus lenguas se tocaron y el fuego estalló entre ambos refulgiendo con cada caricia, con cada nuevo descubrimiento... aunque, en realidad, nada de todo aquello fuera nuevo.
Las sombras empezaron a arremolinarse sobre sus cabezas, tan cerca que él podría haberlas tocado, tan cerca que se preguntó si alcanzaría a oír lo que susurraban. Observo como la nube pasaba frente a la cara de ella; por un instante, en sus ojos vio un destello de reconocimiento.
Despues ya no hubo nada; nada en absoluto.